Hoy les traigo un brevísimo ensayo sobre la felicidad. Aquí les comparto mi perspectiva sobre este tema sobre el que todos nos hemos planteado en algún momento de nuestra vida.
Ser feliz es saberse completo, es el estado propio de nuestro centro vital, al que tenemos acceso de forma esporádica o repentina. No porque la felicidad sea efímera, sino porque no estamos habituados a hacer de ella un estado sostenido.
Generalmente nos han acostumbrado a verla como aquello que se encuentra al final de una pila de libros de estudio, de un millón de horas de trabajo, de un montón de sacrificios familiares. Pero todo esto no es realmente lo que nos permiten alcanzarla, porque si lo fuera: ¿porqué volvemos a necesitar retomar otros caminos, una vez que alcanzamos el sitio en el que suponíamos encontrarla? ¿Porqué sigue existiendo esa insatisfacción cuando nos hemos hecho con la meta? ¿O porqué parece extinguirse tan rápidamente?
«La felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace.» Jean P. Sartre
El problema está en suponer que la felicidad es aquello que debemos buscar, lo que no disponemos, lo que nos falta.
Y realmente puede ser alcanzada –en aquellas circunstancias en las que es buscada como meta–, unos instantes antes de llegar a la cima, porque es, en ese momento, cuando estando tan cerca conectamos con la gratitud, la completud y el orgullo de sabernos poderosos y capaces.
Y ahí está la clave, ni al principio cuando iniciamos la faena percibiéndonos en carencia, ni al final cuando ya lo hemos conseguido inflados por ego. La felicidad nos abraza en el instante en el que estamos entregados a la fe propia, cuando sentimos que hemos colocado lo mejor de nosotros y nos rendimos a la vida, para descubrir humildemente que a pesar de todo, pudimos con todo, y somos más grandes y más fuertes de lo que en algún momento nos supimos.
«Yo llamo felicidad a la edad de la fe; es decir, el momento a partir del cual la fe en nuestro núcleo vital no es condicionada por las circunstancias, sino que las trasciende. El momento a partir del cual nos conocemos a nosotros mismos y podemos amar de verdad.» C. Warter
La felicidad es un estado, y se entrena como un músculo, se ejercita a través la decisión diaria y consciente, encogiéndose aún cuando las circunstancias externas sean adversas. No es una emoción como la alegría, estar siempre alegres es insostenible, porque implicaría una incapacidad a vincularnos con nuestro entorno y de reaccionar acorde a las circunstancias que nos rodean. Pero estar siempre felices, a pesar de las tormentas, es posible, porque la felicidad es un acto más profundo y meditado, su naturaleza es distinta a la emocional, la felicidad no nos asalta repentinamente, no es efímera, es el resultado de la actitud con la que nos plantarnos en el mundo. Podemos ser felices y sentirnos momentáneamente tristes, o melancólicos, una emoción no tiene la capacidad de incidir en un deseo voluntario que ha enraizado en una postura o actitud vital, resultado de un gesto de amor propio. Ella ocurre cuando logramos deshacernos de la víctima interna y nos transformamos en alumnos de la vida, cuando vemos desde una óptica más elevada todo aquello que nos sucede, trascendiendo la situación en sí, entendiéndola como camino único hacia nuestro crecimiento y evolución.
«La felicidad no tiene nada que ver con la alegría. Uno puede ser feliz permanentemente en la medida en que le encuentre razón o sentido a lo que hace. Lo que uno no puede es estar contento todo el tiempo.» Pilar Sordo
Y no se encuentra lejana en las cimas, sino oculta "en las pequeñas cosas". Sucede que cuando transitamos esos momentos, es cuando conectamos con el presente –el aquí y el ahora pleno–, entregándonos completamente a vivir, a sentir y a expresarnos sin juzgarnos faltos de nada. Esos instantes suelen ser los más simples, aquellos para los cuales no necesitamos pensar, sino abrazarnos a nuestra existencia humana y disfrutar con cada poro, cada aliento, cada latido y cada gesto.
«Al preguntar cuáles son las condiciones que se necesitan para ser feliz hoy, aparecieron tres: •La primera es que ser feliz es una decisión. Esto parece indicar que la felicidad no dependería de las cosas que nos pasan, sino más bien de la actitud con la cual enfrentamos lo que nos ocurre. (...) •La segunda condición es que nadie puede ser feliz, si no es agradecido. No solo con la evidente ventaja que tiene el dar constantemente las gracias por todo lo que nos ocurre, sino también al nivel de percepción que una persona debe tener para ver lo cotidiano con una postura de reverencia, de asombro, de aprendizaje y de gratitud permanente. (...) •La tercera condición, clave para poder llevar todo esto a la práctica, es que tenemos la obligación de trabajar para centrarnos en lo que tenemos y no en lo que nos falta. Las personas que tienen la capacidad de centrarse en lo que viven y tienen experimentan mayores sensaciones de bienestar, de placer y de agradecimiento que los que no lo hacen.» Pilar Sordo
La felicidad se trata más de quitar que de conseguir. Despojarnos de todas aquellas barreras, creencias limitantes, miedos y tabúes que nos han ido moldeando con el paso de los años. Florece cuando olvidamos los niños heridos que llevamos dentro, esos que buscan desesperadamente "ser alguien" –que nos obliga a correr detrás de metas–, y nos conectamos con el amor que nos embaucar mostrándonos que "ya somos", que la perfección y la felicidad plena habita en nuestro interior y que no necesitamos nada más que volver a nuestro centro, a nuestra casa, a nuestro SER ESENCIAL.
♪♫♬Les dejo la música que escuchaba mientras cree este post.
¿Qué es la felicidad para ti? Te leo en los comentarios.
Con amor, ℳ𝒶𝓇
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