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Foto del escritorMariana Lazo

Feminismo desde otra perspectiva

Actualizado: 12 ene 2022

Hay temas y temas muy sensibles.

Con todo mi amor, hoy comparto

un punto de vista muy personal del feminismo,

para seguir iluminándonos el camino...

Algunas veces, cuando afuera pasa lo aparentemente «correcto», desde adentro parece más simple callarse, que decir a viva voz que no crees que sean las maneras. Pero ese no ha sido nunca mi fuerte, porque no puedo negar que me pueblan y se me escapan las palabras...


No es estar en contra de la causa, porque la entiendo y me ha tocado en muchas formas. Con lo que no vibro es con los modos... aunque los entienda.


¿Cómo no entender que lo que se silencia, se enquista y enferma? ¿O que después de aguantar tanto tiempo la represión, el dejar salir, es algo más parecido a quitar el corcho a una botella de bebida espumosa, esperar que llegue lejos y que el contenido se desborde?


Pero el fondo esencial (ese lugar al que siempre acudo cuando el afuera me parece muy intenso) me dice que vivimos una ilusión masiva. Que la violencia, no se extingue con más pólvora...


Mi energía femenina habla y me declara que no quiere luchar, que no es lo suyo, que necesita demasiadas corazas, energía fuerte, desgarrarse la garganta a gritos, enfadarse, disfrazarse de lo que no es, para demostrar que es valiosa y hacerse escuchar. Nada de eso le es natural y le duele.

Porque si defender el ser mujer implica sacar afuera la parte masculina, entonces ¿de que vamos? ¿No deberíamos replantearnos todo? 


Estoy cansada de que en este mundo se idolatre la creencia de que solo se puede cambiar y (r)evolucionar desde el dolor y el sufrimiento de la eterna lucha. ¡Negando otra senda posible!


Nadie quiere vivir el dolor, atravesar el dolor siempre implica resistencia. Estamos muy entrenados en escapar de él, desde los niveles más básicos de existencia. ¡Imagínate cuanta energía se va a desgastar en seguir negando que la sociedad está enferma y en defender el status quo!


Hay cambios que son necesarios gestarse desde otros lugares menos desgastantes.

Cambiar el consciente es siempre muchísimo más difícil que cambiar el subconsciente. El subconsciente es más dócil, maleable, influenciable, y es, al fin y al cabo, donde vamos a buscar la información para expresarnos en el consciente.


Y ese subconsciente para mí, se cambia partir de la consciencia, que no es lo mismo que educación. La segunda ayuda, pero sólo en hacer crecer algo que ya se ha instaurado. La conciencia es un estado energético amoroso, no es mente-ilusión, es más profundo, es verdad.


Y no es mi verdad, o tu verdad, es una verdad más universal: que todos somos uno.


La conciencia implica un acto de siembra, es más sutil y silencioso —de lo reniega esta sociedad de demostración y ruido estrepitoso—.


Será que en el fondo soy Jardinera, que tengo fe en eso de sembrar la semilla y esperar a que crezca, abonada y regada por el amor y la paciencia.


No importa cuántas ideas de feminismo coleccionemos creyendo que nos harán libres, si no le ponemos conciencia a nuestra vida y acciones.


Déjame ilustrarlo.


Puedes ir a una marcha, cantar, llevar pancartas, pero regresar a casa y naturalizar el no hacer cosas porque a tu marido no le parecen, o tirarse los platos por la cabeza si las opiniones son distintas. Vivir perpetuando esa realidad, aceptarla y justificarla porque es mejor que enfrentar el mido a estar sola o al qué dirán es contraproducente.


También puedes sostener una relación por años alegando que la separación dañará a tus hijos, pero en el medio te pierdes tú, tu dignidad y su respeto, además de enseñarles modelos insanos.


O puedes hablar con amig@s juzgando a otras mujeres por sus acciones y desiciones, cuestionar sus logros, estigmatizándolas...


Siempre justificando que la causa «va de cosas peores».


Hasta que un día te das cuenta. Haces un «click» interior y todo cambia, y solo te queda tomar una decisión para que comience a ser distinto.

A esto me refiero con consciencia. Ese cambio de percepción que se manifiesta como una epifanía, «un milagro», de un momento a otro lo ves todo más claro. Y puede verse desencadenado por mil cosas, o nunca generarse. Eso dependerá de cuán predispuesta y abierta estés a ello.


Nutrir tu espíritu, escucharte y honrarte, es, querida mujer, tu mayor acto de rebeldía y la mejor manera de que tu vibración aumente y con ello tu consciencia.


Porque tu vida no es tu culpa, pero sí es tu responsabilidad.

Al final del día, el mundo mejor lo haces tú, en tus círculos más íntimos y con tus decisiones.


No podemos reclamar afuera lo que no sucede dentro, es la ley del universo mismo: el macrocosmos refleja el microcosmos.


Y si afuera se están manifestando escenarios tan terribles, es porque adentro nos está quedando trabajo por hacer, para que nazcan mejores obras.


En nuestro poder está preguntarnos, mucho, de todo, y sobre todo: ¿cuánto cultivo de coherencia personal?


Cuánto más consciencia cultivemos más nos desapegaremos de relaciones insana, más atentas estaremos a los ambientes destructivos, más unidas estaremos a redes nutricias, de contención y de crecimiento, y así será como proyectaremos ambientes más sanos para las niñas y niños que lleguen.

Porque reconocer nuestro propio valor y luz personal, hace que nuestra energía rechaze de plano todo aquello con lo que no nos identifiquemos, y atraerá lo maravilloso que merecemos.


¿Que hay situaciones o ctitudes que van a escapar de tí y de tus posibilidades de control y no te gustarán? ¡Pues claro! ¿Pero no es ese el aprendizaje de la vida misma?


Esforzarse y poner foco en lo que no queremos, hace que se olvide o se silencie lo que queremos. Porque recuerda: donde ponemos la atención, ponemos la energía. Y siento a veces que le entregamos todo nuestro poder a la confrontación.


Cuando hay tanto dolor acumulado en el inconsciente y en el linaje femenino, el resultado es optar por la actitud defensiva, en lugar de ponernos creativas, que es nuestra esencia, y construir desde ese lugar lo que sí queremos.


En resumidas cuentas, manifestar el hartazgo está perfecto, pero para avanzar, no para quedarse estancada en la víctima. Me sirve para que luego de reconocer mis partes rotas, pueda abrazarlas y hacer con ellas la mejor obra de todas.


Cuando vamos por la vida con dolor, solemos ponernos máscaras, corazas, alzar la voz, levantar el escudo, al final, esa actitud nos aleja de los otros y nos aleja de la vulnerabilidad.

Recordemos hermanas: que la vulnerabilidad no es el pecado, ni es lo que queremos renegar de nosotras mismas, es de hecho, lo que queremos para todos.


Cuando nos permitimos ser vulnerables, estamos haciendo dos cosas: abriéndonos y sanándonos. Abriéndonos a ser escuchadas y a escuchar, esa apartura nos ilumina. 


Independientemente de que seamos o no escuchadas. —No todos están en este momento preparados para oír, y eso está bien, cada uno tiene sus tiempos y sus procesos propios—. Aunque la causa nos parezca urgente; obligar y someter a otros a nuestras creencias es convertirnos en lo que renegamos.


¿Cuántas veces has logrado que se solidaricen, te escuchen y llegar a buen término cuando te has puesto colérica, has recriminado al otro, has hablado desde la negación a sentir dolor de nuevo y has herido al que tienes enfrente, olvidando que también es humano?


En esas luchas, a veces, nos cegamos y nos olvidamos de eso. Hablamos de «sociedad» o de «macho» en modo genérico y abstracto, pero obviamos que esas dos están encarnadas en personas. Que también tienen sus heridas, y que hacen lo que pueden, lo que saben, lo que aprendieron, o lo que sus consciencias les permiten.

Porque ponernos como fieras, solo hace que espantemos a las manadas. Y en realidad, lo que queremos es que esas manadas se hermanen con nuestra causa, ¡porque lo vale!


Amamos y defendemos a nuestras hermanas, pero también amamos a nuestros hermanos. Estamos todos en el mismo barco y no se llega a buen puerto en nave con dos capitanes que navegan en direcciones distintas.


Lo que buscamos es sentirnos igualmente libres (de nuestros cuerpos, vidas, pensamientos, posibilidades de escoger, de andar...).


La libertad es la bandera que nos une.


Busquemos los aliados que nos ayuden y nos potencien. Que encontrando a los herman@s adecuad@s, y haciendo un mundo mejor entre todos, en la medida de nuestras posibilidades, es como se transforman las cosas.


Quien lucha, teme. Vive creando las pruebas que le confirmen sus creencias, y se mantiene más aislado y paralizado frente al mundo, no reconoce su papel de transformación en ello. Y cuando depositamos la responsabilidad en los otros, perdemos el poder, nos llenamos de bronca y nos repetimos las historias catastrofistas.


Quien ama, expande. Crea puentes, enlaza el mundo, y teje hebras, revela nuevos patrones , crea redes y mallas que sostienen, instaura posibilidades donde no se veían.


Porque la narrativa de NUESTRA historia y de a LA historia la creamos nosotros.


Ese es el camino, avanzar cambiando el foco: del MIEDO al AMOR.

Con amor, Mariana







Escrito: DÍA 4. Arquetipo: La Hechicera.

 

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