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Foto del escritorMariana Lazo

¿Prayforamazon o actformazon?

Actualizado: 1 may 2020

Hoy les traigo una reflexión un poco distinta a las que genero en el blog, pero como siempre viene enlazada de palabras y de poesía, les hablo sobre la Amazonia.

Este post está basado en un video que subí a mis redes el otro día, y justamente trata un tema, que es el tema del momento, un tema sumamente sensible, y del que todo el mundo está hablando. En realidad, cuestionando el porqué no lo hablamos antes. Que yo creo que sí lo estábamos haciendo, capaz que no necesariamente manejábamos en concreto la noticia de estos grandes incendios que están arrasando la Amazonia, pero sí veníamos hablando del peligro que estaba corriendo Brasil con las nuevas y (no tan nuevas) políticas territoriales asumidas, reforzando el consumo del territorio como si fuera infinito, además de declarar un conflicto contra las poblaciones indígenas.


¡Bueno, nada nuevo, nada que no sepamos, a no ser que vivamos en una burbuja de cristal! Eso de que el modelo extractivista que tenemos nos está llevando a donde sabemos que nos está llevando, aunque no lo queramos ver (no vamos a ponernos más caóticos y entrar en más terroríficos detalles), por ello es imposible ponerle la etiqueta de sorpresa.


Lo que quiero plantear aquí es una dicotomía importante: el papel que jugamos nosotros y el que juega el sistema dentro de los conflictos territoriales y las múltiples retroalimentaciones entre ambos. Entrar a profundizar en el hecho de que somos actores dentro de él y dentro de un tipo de economía capitalista, se hace esencial al momento de observar de qué manera estamos incidiendo con determinadas conductas, y cómo ellas están favoreciendo estos procesos territoriales… Creo que el hilo conductor de estos conflictos territoriales del s. XXI está en que existe una disociación entre el territorio que yo impacto, y las decisiones que yo tomo (al ir a comprar a un súper por ejemplo). Asumiendo que como yo no estoy actuando en el ambiente o sobre ese territorio directamente, estoy exento de responsabilidades, como si eso me eximiera de los resultados que se están gestionando en sitios distantes.


¡Ojo! No en modo de juzgar. Lo digo en modo de que realmente a veces no vemos esas relaciones.


Por ejemplo: “¿para qué voy a dejar de comer carne si a mi no me influye en nada? ¡Unas vaquitas más no hacen nada y además se favorece a la economía de país!” Y lo no estamos viendo al pensar así, es que el trasfondo, implica justamente la pérdida de los ecosistemas naturales de esa grandes áreas que se están desforestando para cultivar pradera artificial, para tener esos animales vacunos y ovinos, que pertenecen a un tipo de agricultura latifundista y extensiva que fagocita ecosistemas. Y que además estas poblaciones no son naturales, han sido introducidas por el hombre y se encuentran desplazando el lugar de otros herbívoros que naturalmente vivían en esas praderas. O, en efecto, de otros animales que habitaban esas zonas que antiguamente eran bosques y luego fueron deforestados, para volverlos pradera artificial.


En fin, es todo una cadena de acciones, un ciclo vicioso que a veces cuesta visualizar, y hacer el nexo entre una cosa y la otra, entender que aquello que yo hago, realmente está incidiendo allá a miles de kilómetros o cientos de km de donde vivo.


Considero que lo que está sucediendo, es uno de los llamados más furiosos y fervorosos de la naturaleza a observar nuestras responsabilidades como habitantes del mundo.

En cuanto a esto que estoy hablando hay cientos de discursos, todos están hablando y dando sus puntos de vista de los más diferentes: que la culpa la tiene en gobierno de Bolsonaro, que la culpa la tienen las nuevas normas de Evo en Bolivia, que no están aceptando ayuda internacional. Otros que lo ideal sería que todos os volviéramos veganos, recicláramos, no consumiéramos más y creáramos un boicot contra el sistema, o que comencemos a ser como los indígenas… Un montón de información y discursos, —que todos somos libre de expresar, claramente—, pero no hacen más que tornar esta situación más confusa, más caótica, mucho más violenta, lo que da como resultado —según mi lectura personal— ponernos unos en contra de los otros.


Y luego cuando empieza otro discurso, el de la fe o discurso espiritual, donde muchas personas consideran y sienten en su interior, (y en este caso me sumo a este grupo de personas) que uno puede aportar su granito cuando uno siembra una intención amorosa.


Creo que todos hemos experimentado sucesos en nuestra vida, en mayor o menor grado, que nos dieron o dan indicios de esta otra dimensión, aunque todavía sigamos desacreditando que somos seres espirituales. A veces hemos tenido ciertas experiencias que no se atañen a la explicación, y la lógica del hemisferio izquierdo del cerebro, pero que sí pertenecen a una... —no quiero decirle lógica—, pero sí una forma de trabajar o manifestarse del hemisferio derecho. Regido por las intuiciones, menos lógico, más amoroso y creativo.


¿Pero qué suele pasar? Hacemos una disociación, o justifico de forma racional y digo que esto está pasando por una suma de factores, acciones o cuestiones que yo tengo que explicar, racionalizar y entender, o justifico irracionalmente, desde una perspectiva más filosófica o desde la fe, y creemos que no hay posibilidad de que una idea se junta con la otra, y que estas dos se vean como un todo, como una sola.


Eso es de lo que quiero hablar, vivimos en un mundo, en el que es imposible separar las cosas. Bueno, digo que es imposible, pero no lo es, porque de hecho es lo que intentamos hacer siempre, separar todo. Lo que quiero decir, es que siempre existan dos caras o polos de una misma situación o problema y eso no los hace necesariamente antagónicos, lo que lo vuelve así es nuestra manera de percibirlo.


Por un lado hay una parte lógica que nos dice: “si bajamos la cantidad de consumir soja, azúcar..., si hacemos tal, si nos sumamos con este y con aquel, que si los políticos toman tal decisión lograríamos tal o cual cosa…” ¡Y sí, claramente que lograríamos, porque en masa logramos!


Pero también está el otro lado, el de la co-creación en conjunto, podemos aspirar a tomar otro nivel de consciencia, una consciencia espiritual, donde concibamos al cuerpo personal como un templo sagrado. Y cuando tomamos al cuerpo de esta manera, y habitamos en este templo sagrado como tal, con consciencia, nuestras acciones empiezan a transformarse, porque empezamos a observar con qué nos alimentamos, qué productos corporales estamos consumiendo... Y eso, va a implicar, necesariamente, que tengamos una revisión, (que se va a manifestar en el plano más lógico), pero que en realidad está surgiendo desde una intuición interna, más central, desde un sentimiento que nos moviliza desde adentro, a tomar acciones concretas que mantengan ese nivel de conciencia más amoroso. Esa necesidad de que si yo me cuido a mí, también, por otro lado, estoy cuidando a ese otro cuerpo que me sustenta, que es el de la Madre Tierra.

Lo cierto es que no podemos empezar a avanzar en esa lucha sin ver a la otra o desacreditando la otra. Y de hecho, no me gusta ni llamarlo lucha, porque la lucha, de guerra, es muy búsqueda de tener la razón a toda costa, muy de una época a la que ya no pertenecemos. Y en realidad, creo que a lo que deberíamos aspirar es a la intersección de esas dos polaridades, a la unidad pacífica de ambas en lugar de estarnos atacando.


Donde cuando unos y otros comenzamos a sentirnos atacados porque el otro no tolera lo que yo considero mi verdad, en lugar de contribuir a cambiar lo que está sucediendo, lo que estamos haciendo, es fomentar más caos y ponernos más rabiosos. Al final, tampoco sirve. ¡Da miedo!


Tenemos que encontrar un punto de equilibrio, un punto medio, entre esa locura y desesperación, esa frustración, ese odio, ese enojo. ¡Que es normal que se mueva! Porque es imposible sentirlo de otra manera, el hecho de que se están quemando miles de hectáreas de selva no puede puede dejar a nadie indiferente, y claramente vamos a manifestar emociones en torno a ello. Porque la Amazonia representa a los pulmones del planeta, y también a nuestros pulmones, y eso nos va a hacer sacar de adentro todo eso que nos está impidiendo respirar.


Pero también es importante ver cómo manejamos esas frustraciones. Y pueden haber claramente dos opciones: hacer como me escribió un amigo, irse uno a Bolivia a aportar su granito de arena, es decir, desde la acción concreta y específica en el lugar donde se necesita. O desde esta otra dimensión, que es la que yo estoy planteando aquí, que implica comprender una dimensión más sutil (en la que muchos podrán discrepar conmigo o podrán no entender). Existe una interconexión entre todos los seres del planeta, y comprender esto, nos da la posibilidad de actuar desde el lugar más remoto, a través de acciones intangibles, como una meditación, una intención, una visualización, un altar o un rezo.


Por ejemplo si tratamos de comprender cómo funcionan las dinámicas físicas de la Tierra, podría hablarte del documental que justamente habla de ello: “Una roca extraña” (“One strange rock”). En él se cuenta que existe toda una dinámica, en la que partículas de la arena del desierto del Saahara son traídas y depositadas en la selva Amazónica. Estos miles y miles de metros cúbicos de sedimentos entran a formar parte del suelo de este ecosistema distante y tan diferente,a miles de kilómetros del otro, y lo hacen tan rico, permitiéndole sustentar así el crecimiento de tanta vegetación y la biodiversidad que esa vegetación sostiene; animales, insectos, peces, vida en todas sus manifestaciones… Comprendiendo esto, entendemos cómo la Tierra es un sistema abierto y dinámico que se retroalimenta y las acciones en puntos o nodos aparentemente alejados y sin relación, tienen incidencias increíbles unos en otros.


Si bien sabemos que la selva no es el único ecosistema que aporta oxígeno al planeta, porque los océanos juegan un papel calve en este proceso, sí las selvas, y en especial el Amazonas por sus dimensiones, es uno de esos grandes pulmones con la capacidad de incidir especialmente en el clima y el funcionamiento global del mismo.


Si bien la Tierra funciona de una manera física, concreta, que tenemos la posibilidad de medir, clasificar, cuantificar; también trabaja de una manera invisible, más sutil y energética. Y ahí es donde entramos a jugar un papel importante esa dimensión espiritual de las que les hablaba más arriba. Nosotros somos nodos, somos esas mariposas que estamos aleteando en este pequeño rincón del mundo al que pertenecemos, y podemos llegar a tener un efecto en otras partes alejadas. Creo que normalmente subestimamos ese poder de lograr cambios. Ya nos lo ha dicho la física cuántica: los resultados pueden ser modificados simplemente con la existencia de un observador.

Lo que quiero plantearles hoy es que imaginen cómo podemos modificar nosotros (miles de nosotros) con esas acciones espirituales, con ese aprender a manejar internamente la frustración a través de depositar nuestras intensiones, nuestras meditaciones, nuestros deseos en ese punto, en esa área específica del planeta que está requiriendo nuestra ayuda en este momento, poniendo un foco amoroso allí.


Entonces si me preguntan a mi qué prefiero: ¿paz para Amazonas (prayforAmazon) o acción para Amazonas (actforAmazon)? Lo que te voy a decir, es que para mi son importantísimas ambas, yo elijo las dos, porque tienen el mismo trasfondo. Por un lado la acción nace por un impulso interno de hacer un bien mayor, contribuir a cambiar esa realidad. Y por otro lado está la paz, nace de la decisión de actuar desde el lugar en el que creemos que podemos por sabernos parte de una red interconectada que nos excede a nosotros mismos.


Para quienes no lo saben, la psicomagia implica realizar acciones con significado, necesitamos materializar acciones rituales para sentir que estamos incidiendo en aquellas decisiones tomadas a nivel interno. Pese a comprender que la razón es parte de nosotros como seres, somos mucho más que eso. «Estas acciones cargadas de intención, actúan mágicamente, pues somos seres llenos de chispa divina, hechos a imagen y semejanza del creador, para transformar la realidad que vivimos.» Les comparto esto, porque es justamente una forma muy concreta de materializar esas acciones espirituales de las que hablamos más arriba.

Para culminar, quiero cerrar con algo que quería compartirles, que es claramente mi visión personal. Sucede a veces con los textos que escribo que llegan en momentos muy clave, descubro ciertos mensajes, al menos así lo interpreto yo. El que quiera así tomarlos bienvenido sea, y el que no, que lo ignore, o que lo lea como quien lee literatura cualquiera.


Les quiero compartir una frase, en realidad es el verso final de un poema que escribí hace una serie de días, pero que no compartí en las redes. Que tenía qeu ver con otro incendio, el caso de la Catedral de Notredam. En aquel momento se que se había generado una controversia, que nuevamente estamos repitiendo, porque a lo que tenemos por sanar como humanidad, tendemos a repetir estos dilemas, y por eso surgen una y otra vez para verlas y poder cambiarlas, y son parte de un proceso. En aquella ocasión fue un evento concreto de la fé, porque se trataba del incendio de un hito histórico, religioso y arquitectónico, pero también ocurrieron en paralelo otros bosques incendiándose durante el mismo período y se generó también este discurso de: “se están quemando las catedrales naturales y nosotros no estamos haciendo nada”. Que es un poco el discurso que surge ahora nuevamente con esto del Amazonia.


Y este verso o mensaje dice:


“Dios no quiere que se pierdan en las ilusiones, señores.
Porque son solo mecanismos para llamar la atención y hacerles despertar,
y en algunas ocasiones toman forma de llamas, y se incendian, para irradiar luz.”

No voy a hacer una explicación, cada quien interprételo como quiera, pero creo que es un mensaje que aplica también para este caso.

Quiero aclarar que en el poema se usa la palabra Dios, pero en ese momento concreto se utilizó porque estábamos hablado la iglesia católica y de la fe y es más sencillo nombrarlo así ya que la tradición católica lo unifica y personifica bajo este concepto. Pero Dios, en en el poema, está entendido como esa fuerza primordial que todos reconocemos, que da la vida y que sostiene el planeta.


Por último transcribo este nuevo poema no tiene nombre, pero está muy vinculado justamente con la Amazonia y cómo lo sentí yo.


Junto las manos y rezo una plegaria,
a la pureza cristalina de tus aguas,
al verdor de tu vientre humanitario,
manantial de vida magestruosa,
perdiéndose en el añil del cielo.
Y contemplaré que existes en mi boca,
en mis vientre, mis manos y mi cuerpo,
que corres como savia alborozada
entre las extremidades y mis huesos.
Eres las venas, las arterias,
el flujo desquiciado
que pone fin a los oscuros silencios.
Me desarmo ante tu voz dolida,
y me construyo ante tu sufrimiento,
porque soy yo, madre dolorida, quien lucha
cuando a ti te está doliendo.
Pues así soy madre, soy de arcilla,
de arcilla de tu cuerpo y tu eres el néctar
que me mantiene viva
el agua y la respiración que siento
al ser atravesada por las pulsaciones finas,
al ser bañada por todos tus misterios.
Y así mujer y hombre en una vida,
en un solo cuerpo
me fundo toda y nazco, bendecida
desde el fondo putrefacto de tus restos.
Esparcida, sobre la piel desnuda de ti, Madre,
soy una hija que llora, que te siento,
una y otra vez, nacer en mis entrañas
y parirte a ti y a mi, parirnos desde adentro.
Y contemplada por la vibrante aurora,
prendida fuego, observo
la montaña sangrante de árboles y almas,
y rezo, rezo, rezo insesantemente pidiendo
por tu paz, por tus hijos, ¡y por nosotros!
por la luz, por la conciencia y el amor.

Y escritos estos poemas, me despido, gracias a todos por leer hasta el final.

¡Jallalla, hermanos, Jallalla!



Nos vemos en el siguiente post.

Con amor, ℳ𝒶𝓇






Acuarela: Suren Nersisyan EL GRAN INCENDIO Cuenta la leyenda que un día hubo una incendio enorme en el bosque. Todos los animales huían despavoridos, pues era un fuego terrible. De pronto, el jaguar vio pasar por sobre su cabeza al colibrí…en dirección contraria, es decir, hacia el fuego. Le extraño sobremanera, pero no quiso detenerse. Al instante, lo vio pasar de nuevo, esta vez en su misma dirección. Pudo observar este ir y venir repetidas veces, hasta que decidió preguntar al pajarillo, pues le parecía un comportamiento harto estrafalario: ¿Qué haces colibrí?, le pregunto. Voy al lago – respondió el – tomo agua con el pico y la hecho al fuego para apagar el incendio. El jaguar sonrió. ¿Estás loco? – le dijo. ¿Crees que vas a conseguir apagarlo con tu pequeño pico tu solo? No – respondió el colibrí – yo sé que solo no puedo. Pero ese bosque es mi hogar. Me alimenta, me da cobijo a mí y a mi familia, y le estoy agradecido por eso. Y yo lo ayudo a crecer polinizando sus flores. Yo soy parte de él y él es parte de mí. Yo sé que solo no puedo apagarlo, pero tengo que hacer mi parte. En ese momento, los espíritus del bosque que escuchaban al colibrí, se sintieron conmovidos por la pequeña ave y su devoción hacia el bosque. Y milagrosamente enviaron un fuerte chaparrón, que terminó con el incendio. Las abuelas indias contaban esta historia a sus nietos concluyendo: “¿Quieres atraer los milagros a tu vida? ¡Haz tu parte!”.
 

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